Marruecos acoge desde el domingo pasado en la ciudad de Bouznika sesiones de diálogo libio entre las delegaciones del Alto Consejo de Estado y el Parlamento de Tobruk. El objetivo es mantener el alto el fuego, reactivar el proceso político y poner fin al conflicto bélico entre los diferentes protagonistas libios.
Marruecos, consciente de que la estabilidad de Libia es importante para la seguridad de toda la región, no ha dejado de multiplicar las iniciativas para poner fin a la crisis libia, promoviendo el acercamiento de posiciones entre los dos gobiernos rivales en Libia.
El Ministro marroquí de Asuntos Exteriores, Cooperación Africana y Marroquíes Residentes en el Extranjero, Nasser Bourita, dijo que estas reuniones tienen un enfoque pragmático cuyo fin es reconstruir la confianza y hacer madurar ideas para alcanzar una solución al conflicto, subrayando que son los propios libios los que tienen la soberanía de decidir su futuro, bajo los auspicios de las Naciones Unidas. En estas rondas de negociaciones, las dos delegaciones libias alcanzaron importantes compromisos que allanan el camino para una solución pacífica a la crisis libia. Las negociaciones han dado como resultados importantes acuerdos que incluyen el establecimiento de reglas claras destinadas a eliminar la corrupción y combatir el despilfarro de fondos públicos y terminar con el estado de división institucional.
El papel de Marruecos en el lanzamiento del diálogo libio ha sido aplaudido en el plano internacional, especialmente por las Naciones Unidas, la Unión Europea, la Unión Africana y la Liga Árabe que han destacado el desempeño activo y constructivo del Reino con miras de lograr una solución pacífica duradera del conflicto. Es de recordar que no es la primera vez que Marruecos decide celebrar una mesa de negociación entre los diferentes protagonistas libios. Gracias a los esfuerzos del Reino, un acuerdo de solución política había sido firmado en la ciudad marroquí de Sjirat, en diciembre del 2015, bajo la égida de las Naciones Unidas. El mismo había permitido la creación de un Gobierno de Unidad Nacional con sede en Trípoli, bajo la autoridad de Fayez al-Sarraj.